Presente hoy casi todos los países del mundo, Amnistía Internacional fue fundada en 1961 por el británico Peter Benenson.
“La vela no arde por nosotros, sino por todas aquellas personas que no conseguimos sacar de prisión, que fueron abatidas camino de prisión, que fueron torturadas, secuestradas o víctimas de ‘desaparición’. Para eso es la vela.” -Peter Benenson
Este abogado británico leyó un día en la prensa que unos estudiantes portugueses habían sido encarcelados por brindar a favor de la libertad en su país. Este hecho fue el catalizador que le llevó a publicar el 28 de mayo de 1961 el artículo “Los presos olvidados” en el diario The Observer.
En él instaba a personas de todo el mundo a actuar para conseguir la excarcelación de seis reclusos a los que denominó “presos de conciencia”: personas encarceladas por sus convicciones políticas, religiosas u otros motivos de conciencia, que no han recurrido a la violencia ni propugnado su uso.
Más de un millar de lectores participaron en esta acción. Quizá sin darse cuenta Benenson había dado forma a un tipo de activismo que daría excelentes resultados en la lucha contra la injusticia: la acción de numerosas personas anónimas a favor de otras personas víctimas de violaciones de los derechos humanos.
Lo que empezó como un acto puntual pronto se transformó en un movimiento internacional de carácter permanente. Al cabo de un año, la nueva organización ya había enviado delegaciones a cuatro países para elevar protestas en favor de varios presos y se había hecho cargo de 210 casos.
A medida que Amnistía Internacional fue creciendo, su foco de atención se fue ampliando a víctimas de otros abusos de los derechos humanos, como la tortura, las “desapariciones” y la pena de muerte.
En 1977 los esfuerzos del movimiento fueron recompensados con el premio Nobel de la Paz, y en 1978 la organización fue galardonada con el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En la actualidad es miembro consultivo de las Naciones Unidas, así como de otras instancias.
Desde la década de los setenta, en el marco de la Campaña Mundial Contra la Tortura, Amnistía Internacional, trabajó sobre la situación de cientos de presos y presas de conciencia de Uruguay.
Amnistía Internacional Uruguay comienza a funcionar en 1985, cuando la apertura democrática dio paso a la instalación definitiva de la organización internacional en nuestro país.
En sus inicios AI Uruguay centró su actividad en la liberación y/o mejoramiento de las condiciones de los prisioneros en el mundo. Los miembros de AI en Uruguay enviaban cartas a los gobiernos y a los propios presos pidiendo la liberación o juicios justos.
El espíritu que impregnaba la fundación de AI en Uruguay era “La solidaridad no se agradece: se retribuye”. Entre sus primeros integrantes se encontraron retornados y algunos expresos políticos, varios de los cuales habían sido “presos de conciencia”.
En la actualidad, evaluando el trabajo en esos años de AI en nuestro país, valoramos como altamente positivo la ratificación del Estatuto de Roma para la Corte Penal Internacional, el trabajo realizado por la liberación y juicio justo de los presos/as de conciencia en Uruguay y el mundo.
Nuestra visión es la de un mundo en el que todas las personas disfrutan de todos los derechos humanos proclamados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en otras normas internacionales.
Nuestra misión consiste en realizar tareas de investigación y acción centradas en impedir y poner fin a los abusos graves contra todos los derechos humanos.
En la actualidad, evaluando el trabajo de AI en nuestro país, valoramos como altamente positivo la ratificación del Estatuto de Roma para la Corte Penal Internacional, el trabajo realizado por la liberación y juicio justo de los presos/as de conciencia en Uruguay y el mundo.
Somos un movimiento mundial, democrático e independiente, con más de 7 millones de socios y socias, activistas y simpatizantes que se toman la injusticia como algo personal. Actuamos en casi todos los países del mundo para que todas las personas puedan disfrutar de sus derechos humanos.
Desde su fundación Amnistía Internacional ha conseguido importantes avances en el respeto de los derechos humanos:
Hemos trabajado con éxito en más de 50.000 casos de presos de conciencia en todo el mundo.
En 1996 iniciamos una campaña a favor de la Corte Penal Internacional, hoy reconocida por 105 Estados, contribuyendo al retroceso de la impunidad.
Tribunales internacionales han actuado contra Charles Taylor, ex presidente de Liberia (2006), y contra reclutadores de niños soldado en Uganda y República Democrática del Congo por crímenes atroces contra la Humanidad (2005 y 2006).
Durante años, luchamos para que Pinochet fuera juzgado. Hoy el mundo es un poco menos seguro para los gobernantes que violan los derechos humanos.
Nuestra primera campaña a favor de la erradicación de la tortura comenzó en 1972. En 1984 entra en vigor la Convención contra la Tortura de la ONU.
Amnistía Internacional fue la primera voz en el mundo que pidió el cierre del centro de detención de Guantánamo en 2002.
Hemos contribuido a desvelar los vuelos secretos de la CIA que trasladan “detenidos fantasma” a Guantánamo y a otros centros de detención secretos por el mundo.
Gracias a nuestro trabajo, algunos presos de Guantánamo han podido tener juicios justos o ser liberados sin cargos.
Amnistía Internacional presenta en 1979 un primer informe con 2.665 casos de personas desaparecidas en Argentina durante la dictadura del general Videla.
En 2006 la ONU aprueba la Convención Internacional sobre la Protección de Todas las Personas contra la Desaparición Forzada, que se convierte así en crimen internacional.
Tras décadas de campaña contra la pena de muerte, 133 países han abolido la pena capital y se ha reducido el número de menores ejecutados.
La Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba una resolución histórica para la suspensión mundial de las ejecuciones en noviembre de 2007.
Hemos paralizado en los últimos años varias lapidaciones de mujeres en Irán, y hemos investigado la violencia contra ellas en otros muchos países del mundo.
Tras la presión ejercida junto a otras organizaciones, se puso en marcha en 2003 el Proceso Kimberley de la ONU, un sistema de certificación dirigido a impedir el comercio de “diamantes ensangrentados” de zonas en conflicto.
Hemos contribuido a que se reconozca el derecho a la tierra de comunidades indígenas, como en Brasil, y que no sufran desalojos forzados.
Logramos, junto a otras organizaciones, que 153 Estados votaran en 2007 a favor del establecimiento de un Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas.








